De esta manera, los sesgos inconscientes pueden afectar la forma en que percibimos a las personas en el ambiente laboral y esto nos lleva a limitar las oportunidades, generando así una cultura de discriminación.
Existen distintos tipos de sesgos inconscientes y uno de los más comunes es el sesgo de género. Un ejemplo de este sería cuando empresas prefieren contratar a un hombre en lugar de a una mujer, solo porque tienen la creencia de que el candidato masculino cuenta con más habilidades cognitivas.
Otro de los sesgos que más se presentan en el ambiente laboral, son los sesgos de edad. En los cuales se discrimina a las personas que son mayores de 45 años, asegurando que ya no cuentan con la capacidad suficiente para asumir las responsabilidades de un empleo, sin darse cuenta que ese tipo de personas son las que cuentan con mayor experiencia y podrían enriquecer en gran medida a la organización.